domingo, 26 de abril de 2015

Carta abierta a los estafadores de la islamofobia que le siguen el juego a los racistas



Hace unos días supimos del libro póstumo de Charb, editor inmolado en el ataque terrorista a Charlie Hebdo en enero.

Ahora, John Lichfield tradujo un extracto del libro para The Independent, que ahora traduzco al español:



En realidad, la palabra "islamofobia" está mal escogida, si se supone que describe el odio que algunos con discapacidad cerebral tienen contra los musulmanes. Y no sólo está mal escogida, es peligrosa. Desde un punto de vista puramente etimológico, la islamofobia debe significar "miedo al islam" — sin embargo, los inventores, promotores y usuarios de esta palabra la despliegan para denunciar el odio a los musulmanes. Pero ¿no es extraño que "muslulmanfobia", o simplemente "racismo", no se usen en vez de "islamofobia"?

¿Por qué esta palabra tomó la delantera? Por ignorancia, por pereza... pero también porque los que hacen campaña contra la islamofobia no lo hacen para defender a los musulmanes como individuos. Lo hacen para defender la religión del profeta Mahoma.

El racismo ha estado presente en todos los países desde que el chivo expiatorio fue inventado. Probablemente siempre habrá racistas. La respuesta no es hacer redadas policiales en las mentes de nuestros conciudadanos en busca de la menor chispa de racismo. La respuesta es evitar que los racistas de formulen sus nauseabundas opiniones públicamente, que exijan el "derecho" a ser racista, a expresar su odio.

En Francia, el lenguaje racista fue puesto en libertad por Sarkozy y su debate sobre la identidad nacional. Cuando la autoridad de más alto rango en el estado se dirige a los cretinos y cerdos y dice: "Sáquenlo todo, chicos", ¿qué creen que los cretinos y cerdos hacen? Empiezan a decir en público lo que antes sólo habían rugido al final de las comidas familiares borrachos.

El lenguaje racista —que los grupos de presión, los políticos e intelectuales habían logrado acorralar en el espacio entre la boca del xenófobo y su puerta de la cocina— se ha derramado en la calle. Fluye a través de los medios de comunicación y ensucia las redes sociales.

Así que, sí, estamos en medio de una explosión de comportamiento racista — sin embargo, la palabra "racismo" se utiliza sólo tímidamente, y está en vías de ser suplantada por "islamofobia". Y los activistas a favor del multiculturalismo, que tratan de imponer la noción de "islamofobia" en las autoridades judiciales y políticas, tienen un solo objetivo en mente: forzar a las víctimas del racismo a que se identifiquen como musulmanes.

El hecho de que los racistas tambiénn sean islamofóbicos es, me temo, irrelevante. Son, ante todo, racistas. Al atacar al islam, ellos se dirigen a los extranjeros o personas de origen extranjero. Pero al centrarse sólo en su islamofobia, estamos minimizando el peligro del racismo. Los activistas anti-racistas entrados en años están en peligro de convertirse en distribuidores de nicho sobreespecializados en una forma minoritaria de discriminación.

Combatir el racismo es combatir contra todas las formas de racismo. Combatir la islamofobia es combatir — ¿qué exactamente? ¿Es un medio para suprimir toda crítica de la religión? ¿O es una manera de resistir el odio a los musulmanes porque son de origen extranjero? Mientras estamos discutiendo sobre si es racista decir que el Corán es un disparate, los racistas están riendo bajo la manga. Si, mañana, todos los musulmanes en Francia se convirtieran al catolicismo —o abandonaran la religión por completo— los racistas ni siquiera pestañearían. Los extranjeros, o franceses de origen extranjero, seguirían siendo la fuente de todos los males.

Tomemos a Mouloud y Gérard. Ambos son musulmanes. Mouloud es de origen norteafricano. Gérard es de origen europeo. Ambos van tras el mismo apartamento. ¿Cuál tiene la mejor oportunidad? ¿El que tiene una cara árabe o el que tiene una cara "franchute"? El apartamento no se le negaría al musulmán. Sería negado al árabe. O tomemos el ejemplo de Mouloud y Abdelkader. Ambos son musulmanes. Ambos son extranjeros. Ambos tienen mejores bronceados que Gérard. Mouloud no tiene un centavo, Abdelkader es millonario. ¿A cuál se le negaría el arriendo del apartamento? ¿Al musulmán o al millonario?

Temerle al islam es, sin duda, cretino, absurdo y muchas otras cosas, pero no es un crimen. Puedes, igualmente, expresar tu miedo del cristianismo o el judaísmo sin interrumpir el sopor de un juez de instrucción o poner en marcha la maquinaria judicial retumbante. Los creyentes suelen tener miedo de las religiones de los demás. Se les ha dicho que la suya es la mejor del mundo — no, no la mejor, la única. Pero al proclamar que sus propios textos sagrados son la verdad, ellos están sugiriendo que todas las demás son mentiras. Es fácil imaginar que un creyente pueda sentir miedo por la idea de que la mayoría de la gente podría convertirse a una religión falsa. O, más probablemente, que la competencia podría alcanzar a todos los clientes.

Sin embargo, un texto sagrado sólo se vuelve peligroso cuando un lector fanático decide usar sus horas de sueño leyendo literalmente. Hay que ser muy ingenuo para tomar al pie de la letra los textos fundadores de todas las grandes religiones. Tienes que ser psicópata para tratar de hacer lo que dicen en tu propia casa. En resumen, el problema no es ni el Corán ni la Biblia (ambas de ellos novelas aburridas, incoherentes y mal escritas). El problema es el creyente que lee el Corán o la Biblia como instrucciones de Ikea para construir estanterías: "Si no le corto la garganta al infiel, Dios me desterrará del Club Med cuando esté muerto".

Toma cualquier libro de cocina y decláralo La Verdad. ¿El resultado? Un baño de sangre. ¿Tu vecino hace tortitas sin gluten porque tiene una alergia? El Libro sagrado no lo menciona. ¡Quema tu vecino, es un blasfemo! ¿Él pone demasiada mantequilla en la parte inferior de su molde? ¡Matalo!

En las mentes de los comunistas nunca entraría llamar "comunismofóbicos" a los anticomunistas o exigir que sean procesados por racismo anticomunista. Por mucho que tuerzas la realidad, nunca conseguirás que el mundo diga que hay una raza "comunista". Igualmente, no hay una raza "islámica". En la Francia de hoy, el comunismo es un punto de vista minoritario que es burlado, a veces con violencia, por los fieles defensores del modo liberal pro-mercado que todo lo conquista. Ahora, a diferencia de Dios, es difícil negar que alguna vez existieron Marx o Lenin o (el exlíder del Partido Comunista Francés) Georges Marchais. Pero no es una blasfemia, ni es racista, ni comunismofóbico cuestionar la validez de sus escritos o sus dichos.

Del mismo modo, en la Francia laica, todas las religiones son sólo una colección de textos, tradiciones y costumbres que cualquier persona tiene derecho a criticar. Ponerle una nariz de payaso a la cara de Marx no es más indignante o escandaloso que poner la misma nariz en la cara de Mahoma.

Un no creyente, por mucho que se esfuerce, no puede blasfemar. Dios sólo es sagrado para los que creen en Dios. Para insultar a Dios, tienes que creer que Dios existe. La estrategia de los multiculturalistas disfrazados de antirracistas es mezclar la blasfemia y la islamofobia, la islamofobia y el racismo. Aún así, la palabra "islamofobia" no habría disfrutado de su brillante éxito sin la complicidad —a menudo con la estúpida complicidad— de los grandes medios. ¿Por qué se la apropiaron tan rápidamente? Por pereza, por amor a lo nuevo y por ánimo de lucro. Ellos no tienen motivos antirracistas en la popularización de la palabra "islamofobia". Por el contrario.

En pocas palabras, cualquier historia sensacionalista de terror con la palabra "islam" en su titular vende bien. Y desde el 11-S los medios de comunicación han querido empujar en el escenario ese fascinante y aterrador personaje, el terrorista islamista. ¿Por qué? Porque el miedo vende. El miedo al islam vende. Y el islam que asusta a la gente es el único islam que el público en general ve.

A menudo, lo que los medios de comunicación presentan como noticias sobre el islam son sólo una caricatura. Pero entonces, hay pocas protestas de las organizaciones dedicadas a la caza de la islamofobia. Por otro lado, si el islam radical es en realidad caricaturizado —y abiertamente caricaturizado— los cazadores de islamofóbicos gritan con ira. Para que tu nombre aparezca en los medios de comunicación, es menos riesgoso atacar a un jugador pequeño como Charlie Hebdo que criticar a los grandes canales de televisión o las revistas.

Charlie Hebdo publicaba caricaturas de Mahoma mucho antes del escándalo de las caricaturas danesas (en 2006) y, desde entonces, sus ilustradores han sido descritos como caricaturistas. Pero por favor tengan en cuenta que antes los ilustradores de Charlie Hebdo eran descritos —y se describían a sí mismos— como "ilustradores periodísticos". La caricatura es una manera de comentar la noticia, pero hay otras maneras de ilustrar los acontecimientos. No hay nada vergonzoso en la caricatura, pero la obsesión con esta palabra muestra cómo fue guiado el público en masa para ver la obra de Charlie Hebdo.

Como ya he dicho, Charlie Hebdo dibujaba al profeta musulmán mucho antes del escándalo de las caricaturas danesas. Ninguna organización o periodista expresaron su horror. Unos pocos individuos enviaron cartas quejándose. Eso es todo. Sin demostraciones, sin amenazas de muerte, sin ataques terroristas. Fue sólo después de la denuncia y la explotación de las caricaturas danesas por un grupo de extremistas musulmanes que caricaturizar al Profeta comenzó a detonar crisis histéricas en los medios y entre los musulmanes (aunque los medios de comunicación venían primero).

Así que cuando Charlie Hebdo reafirmó el derecho de un dibujante a comentar sobre el terrorismo religioso, republicando las caricaturas danesas, la atención de los medios se enfocó en nuestra revista satírica. Charlie Hebdo también fue declarado un potencial objetivo de los lunáticos religiosos. Los medios de comunicación decidieron que publicar las caricaturas provocaría la furia musulmana — y por lo tanto provocaron la furia de algunos grupos musulmanes. Pero en algunos casos fue ira falsa. Cuando el micrófono era empujado en sus rostros, los portavoces tuvieron que reaccionar. Ellos tenían que mostrar a los miembros más excitables de su rebaño que eran verdaderos defensores de la fe.

El dibujo que mostraba a Mahoma con un turbante en la forma de una bomba se convirtió en el más conocido. No todo el mundo lo interpretó de la misma manera, pero todo el mundo podía leerlo porque no había subtítulos. Sus críticos decidieron que era un insulto a todos los musulmanes: poner una bomba en la cabeza del Profeta era decir que todos los creyentes eran terroristas. Pero había otra interpretación que no intereso a los medios de comunicación. (No era escandalosa y no vendía periódicos.) Mostrar a Mahoma llevando una bomba en la cabeza podría ser un ataque a los terroristas por explotar la religión. En este escenario, el dibujo diría: "Mira lo que los terroristas le están haciendo al islam; mira cómo los terroristas que dicen ser seguidores de Mahoma ven al profeta".

Lo que es más, sólo porque la gente dice que el islam es la segunda religión más practicada en Francia, eso no significa que todos los inmigrantes procedentes de países musulmanes sean musulmanes: recordemos que en 2010, un estudio realizado por la el INED (Instituto Nacional de Estudios Demográficos) mostró que 2,1 millones de personas en Francia se consideraban musulmanes practicantes, pero estas cifras nunca son citadas por los multiculturalistas que siguen hablando, según su estado de ánimo, de alrededor de seis, ocho, 10 o incluso ¡13 millones de musulmanes en Francia! La religión no se transmite genéticamente como nos quieren hacer creer los multiculturalistas —y la extrema derecha—.

Sin embargo, ¿por qué los dibujantes de Charlie Hebdo, que saben que sus dibujos serán explotados por los medios de comunicación, por los comerciantes de la lucha contra la islamofobia, y por los musulmanes y nacionalistas de extrema derecha, insisten en dibujar a Mahoma y otros símbolos "sagrados" del islam ? Simplemente porque los dibujos de Charlie Hebdo no tienen a la gran mayoría de musulmanes como su objetivo. Creemos que los musulmanes son capaces de reconocer la ironía. ¿En virtud de qué retorcida teoría es el humor menos compatible con el islam de lo que lo es con cualquier otra religión?

Si argumentas que puedes reírte de todo, menos de algunos aspectos del islam —porque los musulmanes son mucho más sensibles que el resto de la población— ¿no estás practicando una especie de discriminación? Y si es así, ¿no es hora de acabar con el repugnante paternalismo de los intelectuales blancos, burgueses, de izquierda que quieren encajar con "los pobres y los miserables y subeducados"?

Ellos son educados, ya ves, y obviamente entienden que Charlie Hebdo está destinado a ser divertido — porque, por un lado, son muy inteligentes y, por otro, fueron criados así. Pero por respeto a las personas que aún no han aprendido sobre humor, ellos condenan estas caricaturas "islamofóbicas" que pretenden no entender, por un sentido de solidaridad. "Me rebajo a su nivel para demostrar cuánto los amo", dicen. "Y si tengo que convertirme al islam para estar aún más cerca de ustedes, ¡lo haré!" Estos demagogos ridículos son impulsados por una interminable necesidad de aprobación y un complejo de superioridad indignante.

Las personas que acusan a los caricaturistas de Charlie Hebdo de islamofobia cada vez que sacan un personaje con barba no son sólo deshonestos o hipócritas. Ellos están apoyando el llamado islam radical. Si dibujas a un anciano cometiendo un acto de pedofilia, no estás poniendo en duda a todos los hombres viejos. No estás diciendo que todos los hombres viejos son pedófilos; o que todos los pedófilos son hombres viejos. Aparte de unos pocos imbéciles, nadie acusaría a un dibujante de Charlie Hebdo de hacer tal cosa. El dibujo muestra a un viejo pedófilo. Eso es todo.

La portada de la edición de Charlie Hebdo dedicada a las caricaturas danesas es un magnífico ejemplo de este punto. El dibujo de Cabu muestra a un hombre con barba y un turbante con la cabeza entre las manos. O está bien enojado o está llorando. Tal vez ambas cosas. La burbuja de diálogo dice: "Es duro ser amado por cretinos". El titular de arriba dice: "Mahoma abrumado por los fundamentalistas".

Mahoma se queja de la actitud de sus seguidores fundamentalistas. Eso es bastante claro. Y aún así Charlie Hebdo fue violentamente acusado de llamar cretinos a todos los seguidores del Profeta. Los dibujos de Charlie Hebdo no sólo son malinterpretadas por los ignorantes. Son redibujados por personas muy inteligentes que quieren mutilar su significado.

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El libro, Lettres aux escrocs de l'islamophobie qui font le jeu des racistes, se encuentra disponible en francés y todavía no se sabe si habrá una versión en inglés o español.

(vía The Prussian | imagen: Wikipedia)

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